Una mirada latinoamericana sobre el Hidrógeno, la transición energética y el cambio climático.



La crisis energética, o transición energética, es una realidad y tiene relación directa con el cambio climático y el cuidado del ambiente. Se debe tener en cuenta que, para obtener energía, cualquiera sea ella, el hombre altera de alguna manera el ecosistema, solo que, si se emplean recursos fósiles para generar energía, se lo altera mucho más que si se emplean recursos renovables. Los humanos nos hemos encargado de consumir, en poco más de 100 años, los recursos fósiles que a la tierra le llevó millones de años formar, en particular el petróleo y el gas natural. Y de paso incrementamos notablemente la concentración de gases efecto invernadero en la atmósfera. Sólo quedan los yacimientos de carbón, que es el fósil más contaminante, lo cual no impide a las grandes potencias emplearlo indiscriminadamente para generar energía eléctrica y calor. La matriz energética mundial nos muestra que cerca del 80% de la energía generada proviene de recurso fósiles.

En este contexto, Latinoamérica contribuye muy poco al aumento de GEI. Por esta razón no se le puede exigir a la región que “se olvide” de emplear las escasas reservas de gas natural y de petróleo y se vuelque de lleno a desarrollar las energías alternativas, más costosas y que tienen como objetivo final, al menos en el caso del hidrógeno, la exportación al hemisferio norte. Nuestras dirigencias deben balancear adecuadamente el desarrollo de renovables teniendo en cuenta que no solo se puede extraer hidrógeno del agua sino también de la biomasa y poner énfasis en el mercado interno. Pero también emplear el gas natural y el petróleo que poseemos. Hoy, en nuestro país, es más barato producir hidrogeno del gas natural (que por otra parte es la forma usada en todo el mundo para fabricarlo) que por electrólisis y usando energía eólica o solar.  Cabe remarcar que nuestro país utiliza el H2 obtenido del gas natural para producir urea, metanol y aceros especiales. ¿Tiene sentido entonces comenzar a producir el hidrógeno que necesita nuestra industria por electrólisis, conocido como hidrógeno verde? Si toda la región iberoamericana alcanzara mañana mismo el objetivo de emisión cero de dióxido de carbono, no resolveríamos la crisis ya que, junto con África, somos las dos regiones del planeta que menos CO2 emitimos.

La energía tiene un valor económico primordial y es esencial para generar valor y ganar dinero. Así, el sistema económico (sea capitalismo de mercado o capitalismo de Estado), orientado a maximizar el beneficio y al crecimiento sin tregua de la producción, siempre va a demandar más energía.

El hidrógeno como vector energético es apenas una pieza en el gran rompecabezas que conforman la transición energética y el cambio climático. Por diversas razones, ninguna de las energías renovables, incluido el hidrógeno, es capaz de reemplazar por sí sola, o en conjunto, a los combustibles fósiles. Si bien el crecimiento de aquellas es, afortunadamente, muy significativo, el crecimiento de la demanda energética es dos a tres veces mayor, crecimiento causado por las exigencias de la sociedad de consumo, las exigencias del sistema financiero internacional y al crecimiento de la población.  Si continuamos quemando carbón para cubrir esta diferencia, el incremento de la temperatura media del planeta superará sin inconvenientes el valor de 1,5°C, con las consecuencias que esto implica, en particular para los países insulares y costeros.

Los líderes mundiales creen, o quieren hacernos creer, que la ciencia y la tecnología van a solucionar esta crisis mundial. Sin embargo, ignoran o quieren ignorar, que existen leyes impuestas por la naturaleza, que nos ponen límites. Baste un ejemplo, extraído del informe 2021 de la Agencia Internacional de la Energía (IEA): “La capacidad global de electrolizadores, que son necesarios para producir hidrógeno verde a partir de la electricidad, se ha duplicado los últimos cinco años para llegar a poco más de 300 MW a mediados de 2021. Alrededor 350 proyectos actualmente en desarrollo podrían elevar la capacidad global a 54 GW para 2030. Otros 40 proyectos que representan más de 35 GW de capacidad se encuentran en las primeras etapas de desarrollo. Si se realizan todos esos proyectos, el suministro mundial de hidrógeno de los electrolizadores podría alcanzar más de 8 Mt para 2030. Si bien es significativo, todavía está muy por debajo de los 80 Mt requeridos para ese año en el camino hacia cero emisiones netas de CO2 para 2050 establecido en la Hoja de ruta de la IEA para el sector energético mundial”.

La ciencia y la tecnología por sí solas no van a resolver el problema. La verdadera solución pasa por cambiar el contrato social. Mantener el modelo de crecimiento continuo y el de la sociedad de consumo, productos ambos de las exigencias del mercado, se torna insostenible.

La solución no es sólo tecnológica, es política, tecnológica y social.

Los líderes mundiales deberían reflexionar sobre estas cuestiones y actuar en consecuencia para que no se continúe destruyendo nuestro planeta.  Sus nietos y nuestros nietos se los agradecerán.

Buenos Aires, 13 de enero de 2022

Miguel Laborde

Instituto de Tecnologías del Hidrógeno y Energías Sostenibles

Profesor emérito de UBA

Investigador jubilado CONICET